MONSTRUOS OSCUROS Y CLAROS

Tenemos la mala costumbre de callar,
de guardarnos sentimientos,
sensibles, profundos y poco visibles.
Recuerdo más de una vez cómo mis ojos
y mi retina me han abandonado.
Como telarañas han vuelto a ser mi imaginación.
Una luz angosta albergaba mi cuarto.
Un trozo pequeño de mi ser se sentía protegido.
Era criatura sin mucho en qué pensar.
Éramos un cristal demasiado mimado.
Un regalo sin estrenar.
Las sombras jugaban un gran papel.
Eran máscaras que ocultaban la verdadera realidad.
Era la noche seria, y ya sin una luz, la que daba desconfianza.
Tenemos la mala costumbre de tener miedo,
de la inseguridad por este mundo de espantajos,
por esa llave al final del camino.
Ahora, nuestros monstruos oscuros
son claros y viven en el más acá.
Los dinosaurios se quedan en los libros y en la historia.
Y las sombras ya no resultan peligrosas.
Una luz casi plena cautiva mi cuarto. 
Tengo una conciencia rellena de relámpagos e inquietudes.
Soy impresionada por el universo.
Somos un cristal que estalla si no encontramos la paz.
Un mundo electrificado de noticias.
Ya no tememos a los fantasmas.
Tememos a la incertidumbre de la vida.
Al desamparo de esa noche oscura,
donde todos los gatos son pardos.

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