El escaparate de mi reino


Suelo escribir lo que pienso, y aplicar poco lo que escribo.

Me escribo a corazón abierto, enseñándote mis entresijos. 

Construyo mi reino lleno de cicatrices, 

y edifico mis muros con lo que la gente me da.


Visto en un mundo  donde importa más 

el cómo verse, que el cómo ver.

Donde  se dice que las palabras se las lleva el viento,

sin saber que esas palabras son mí viento, mi anclaje.

 Palabras vividas en carne.


Defino mi armonía con canciones, 

pero también con reflexiones.

Hago de mis versos, un cachito de mi escaparate. 

De mi cristal.




Pero pasa no te quedes ahí.

Aunque mi fachada sea sería,

y el jardín tenga rosas con espinas,

tengo unos interiores que se revelan en el tiempo. 


Estancias parcialmente llenas de virtudes, artes.

De la ética, del amor a la sabiduría.  

Con su chimenea que arde cuando le dan motivos.

Con su biblioteca de etapas y, autoría  de lírica en volúmenes.  

Con sus pasillos, que en su dulce caminar te acompañan.


Conservo un laboratorio de sabores.

Un almacén de vivencias, de recuerdos.

Un planetario de barrio, de cielos, de oración.

Un aposento con marcos dorados que no tienen valor,

y un hogar, donde lo valioso, es el amor.


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